¿Eres una de esas personas que no concibe la vida sin la compañía de su peludo? Entonces, seguro que te interesa el tema del que vamos a hablar en este post: cómo trabajar la agresividad por protección de recursos en estas mascotas tan queridas. Igual no sabes de lo que te hablo, pero sospechas que tu perro podría padecer algo así: ha empezado a gruñir o a enseñar los dientes si te acercas a él, mientras rumia algo entre los dientes...
Es lo que se conoce como agresión por posesión de cualquier cosa que él considere “valiosa”. Si sigues leyendo, descubrirás qué hacer para corregirla y recuperar la convivencia pacífica en casa. Interesante, ¿verdad?
¿Qué es la protección de recursos?
Gruñir, enseñar los dientes, comer muy rápido si te acercas a su plato de comida… Aunque parezca que tu peludo te ha declarado la guerra, no es lo que parece. La protección de recursos por parte de los perros es una conducta bastante natural. Sí, por mucho que cueste creerlo. Siempre estuvo ahí, como un instinto para adaptarse al entorno, sobrevivir y disuadir a otros animales o humanos mediante lenguajes defensivos o posesivos.
Lo malo es que esta protección, a veces, llega a ser peligrosa para la convivencia en los hogares entre estas mascotas y las personas que viven en ellos. Por eso, es importante tener claro cómo trabajar la agresividad por protección de recursos. Un inciso antes de seguir: si piensas que formarte en esta disciplina es lo más para personas que aman a estas criaturas tanto como tú, plantéate realizar un Curso de Adiestramiento Canino. Estos profesionales cada vez están más valorados, y entre otras cosas, se forman para tratar estas conductas.
Volviendo a lo nuestro, cuando un can se manifiesta así protege todo aquello que considera “sagrado”. ¡Incluido su dueño! Y hablamos de cualquier cosa imaginable para él, desde la comida hasta juguetes, zonas de la casa, ese rincón del sofá donde se acurruca… Defiende sus posesiones a capa y espada, porque a lo largo de la evolución natural estos animales han aprendido a proteger todo aquello que consideran suyo frente a posibles competidores. Aunque no se trate de cosas prioritarias para sobrevivir. ¡Alucinante!
Les pasa a cualquier edad (y es más propio de “ellos”)
A nadie le gusta reconocer que su mascota se ha vuelto un animal agresivo, o que puede volverse así en un momento dado. Pero está claro que, cuanto más sepamos acerca de este tipo de comportamientos, mejor sabremos cómo trabajar la agresividad por protección de recursos. Para empezar, al parecer existe un componente genético: esto hace que ciertas razas tengan una mayor predisposición a mostrar tales conductas que otras.
Esta tendencia a la protección puede desarrollarse a cualquier edad. Pero si tenemos un cachorro en casa, será más fácil que aún no haya dado ninguna señal: será el momento ideal para prevenirla. Se recomiendan los entrenamientos de autocontrol, porque ayudan a reducir reacciones impulsivas y les enseñan que ceder esos tesoros tan preciados puede conllevar consecuencias muy agradables. ¿Por ejemplo? Recibir premios y felicitaciones.
¿Y si nuestro perro es joven y empieza a gruñirnos cuando tocamos su comida? Entonces, será un candidato perfecto para desarrollarla. Ojo, porque puede terminar siendo un fiero guardián y darnos algún disgusto que otro en casa. Cuanto antes actúes, mejor. Desde el punto de vista científico, esta agresividad no tiene una causa orgánica. Pero hay un dato curioso a destacar: se da más en machos que en hembras. Eso sí, cuando haya que tratarla, lo más aconsejable es que lo hagan expertos en problemas de comportamiento canino.
Cómo detectar los primeros signos de agresividad por protección de recursos
La protección de recursos pasa a convertirse en un problema grave cuando nuestros peludos amenazan con morder a sus seres queridos, si les intentan quitar algo “intocable” para ellos. De hecho, es una de las principales causas de agresión, sobre todo cuando hay niños en casa. Y es que los más pequeños tardan en aprender lo importante que es respetar las posesiones ajenas….
Por increíble que parezca, es un problema que afecta a muchos hogares de todo el mundo, tal y como se desprende de un estudio reciente realizado en la Facultad de Medicina de Harvad. En él se recoge que la mayoría de los ataques de perros producidos en Estados Unidos (más de 4,5 millones de mordeduras al año) suceden en sus propias casas, muchas veces en situaciones de protección de recursos.
Ante datos tan alarmantes, la Asociación Médica Veterinaria Estadounidense (AVMA) insiste en la importancia de socializar a estas mascotas desde cachorros, para manejar mejor su entorno al volverse adultas. Y además, recomiendan supervisar siempre la interacción de los niños con ellos en el día a día doméstico. Saber cómo trabajar esta agresividad por protección de recursos será de gran ayuda para recuperar la convivencia pacífica y disfrutar de una vida feliz con nuestros perretes.
¿Cómo se puede manejar la agresividad en perros?
Si no tenemos conocimientos en la materia, lo mejor que podemos hacer es acudir a un educador canino o un experto en modificación de conducta. Él sabrá cómo cambiar esa actitud de forma progresiva. Trabajar la agresividad por protección de recursos persigue revertir estos comportamientos y variar el estado emocional de inseguridad que siente el animal por perder algo valioso hacia otro más positivo. Hacer ver a nuestra mascota que no pasa nada cuando un humano se acerca a “quitarle algo” hará que sus niveles de estrés disminuyan.
Los expertos suelen coincidir en señalar que hay unas claves comunes en cualquier protocolo de modificación de conducta. Son los siguientes:
- Disminuir el valor del recurso protegido.
- Ejercitar su sentido de la obediencia.
- Actuar como líderes y evitar los castigos. Tenemos que demostrarle que somos nosotros quienes administramos sus recursos.
Ahora bien, los tratamientos de modificación de conductas varían en función del nivel de posesión que muestran los perros y de los recursos que protegen: la comida, su cama, otros “colegas”, a sus seres queridos... Cuando nos gruñen, nos están avisando de una posible agresión. Y hay que evitar criterios de adiestramientos basados en los castigos o en regañar, podrían provocar una reacción inesperada.
Si pasan a la acción y nos muerden, lo lógico es que haya que trabajar la inhibición de la mordida. Es una tarea que debe desarrollar siempre un experto en este tipo de conductas, sobre todo si el perro es adulto. Lo ideal es que estos profesionales nos recomienden pautas y ejercicios en función de nuestro caso concreto: por ejemplo, enseñarle a soltar objetos, o a practicar el searching o el sembrado. Y siempre que sea posible, la prevención es la mejor solución para evitar estas situaciones. ¡Todos saldréis ganando!
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