En España hay millones de aves de corral viviendo en granjas enormes, pero también en pequeñas explotaciones e incluso en viviendas privadas (en el gallinero, ¡no dentro de casa!). Estas aves y algunas consideradas mascotas están expuestas a sufrir distintas patologías, siendo una de las más comunes la colibacilosis aviar. Hoy vamos a ver en qué consiste esta enfermedad infecciosa: cómo se contagia, sus síntomas, el posible tratamiento y la importancia de su prevención. ¡Se viene temazo!
Colibacilosis aviar, una enfermedad global
Si hubiera que hacer una lista de las afecciones que padecen estos plumíferos, la colibacilosis aviar figuraría entre las primeras. Los orígenes de esta patología infecciosa vienen de lejos, y la bacteria que la produce (cepas patogénicas de la Escherichia coli), sigue siendo una de las más frecuentes en la microbiota natural del aparato digestivo de las aves. ¿Te interesa el mundo de las aves y te ves trabajando por su bienestar? Un Curso de Ornitología: Especialista en Aves Exóticas, puede ser tu primer contacto con este sector. ¡Échale un vistazo!
Bajo el nombre genérico de colibacilosis aviar encontramos dos tipos de enfermedad: primaria y secundaria. La primaria es originada por la E. coli patógena aviar, mientras que la secundaria aparece cuando el animal sufre inmunodepresión a causa de otras complicaciones respiratorias. Por lo general, los científicos la consideran más una infección secundaria, teniendo presente que esta bacteria también puede encontrarse en la piel y las plumas y en el tracto respiratorio superior, además del tracto intestinal.
Por increíble que parezca, se trata de una enfermedad de distribución mundial capaz de provocar serios daños económicos a la industria avícola por su elevada morbilidad y mortalidad. Sobre todo, cuando se manifiesta de forma aguda, presentando cuadros severos de septicemia o colisepticemia en los animales (grave infección generalizada en el organismo)
¿Qué síntomas presentan las aves afectadas?
La Escherichia coli tiene la capacidad de enfermar a muchas de las aves domésticas del planeta, algo de lo que hay constancia científica desde finales del siglo XIX. Con respecto a los signos clínicos que presenta, lo primero a destacar es que son variados y no específicos de la enfermedad. Además, dependen de rasgos como la edad del animal y muestran algunas particularidades: por ejemplo y a modo de curiosidad, los canarios dejan de cantar cuando contraen colibacilosis aviar.
Los síntomas varían dependiendo de distintos factores, como la cepa de E. coli y su patogenicidad (no todas las cepas poseen la capacidad de producir la enfermedad). La localización de la infección y el cuadro inmunitario del ave enferma también son determinantes. Palomas, loros, gallinas… Cualquier especie de esta singular familia puede presentar cuadros clínicos no agudos. Los síntomas más habituales son estos, combinados o por separado:
- Apatía, anorexia, fiebre…
- Aerosaculitis. Es una inflamación de los sacos aéreos.
- Enteritis. A veces va acompañada de hemorragia.
- Onfalitis. Infección del ombligo o del saco vitelino.
- Descenso de la puesta de huevos debido a una infección del oviducto.
Ahora bien, si la patología se manifiesta en un estado clínico agudo y avanzado, el principal síntoma será un cuadro septicémico con elevado índice de mortalidad. Al parecer, dicha tasa puede aumentar cuando el paciente también está infectado con una cepa particular de la bacteria Enterococcus, según un estudio científico publicado en la prestigiosa revista “Avian Pathology”. Interesante, ¿verdad?
Cómo tratar la colibacilosis aviar
Diagnosticar la colibacilosis aviar no es sencillo, ya que su cuadro clínico se asemeja bastante al de otras patologías. Por eso, la clave es realizar una prueba de laboratorio basada en aislar e identificarla bacteria, además de analizar la virulencia de la cepa. Una vez confirmada la infección, los veterinarios necesitan conocer si Escherichia coli está actuando como agente primario o secundario para establecer el tratamiento etiológico más eficaz y evitar recaídas.
Si la infección es secundaria, es esencial tratar el agente primario antes que nada. A continuación se lleva a cabo un antibiograma con la cepa aislada, con objeto de elegir el antibiótico más idóneo. Doxiciclina, ampicilina, enrofloxacina y estreptomicina figuran entre los fármacos más empleados, siempre usados de una forma responsable. Junto a ellos, los tratamientos suelen ir reforzados con probióticos, aminoácidos y complejos vitamínicos para agilizar la recuperación de los animales.
En resumen, este tratamiento pretende evitar uno de los mayores problemas que se dan en la industria aviar: la aparición de cepas multirresistentes de E. coli, que dificultan el control de la enfermedad y la eficacia de los tratamientos tradicionales. Ante esta realidad, algunos países como Estados Unidos son reacios a su empleo y dan más importancia a la prevención, centrándose más en mejorar las prácticas de bioseguridad en las granjas avícolas.
La prevención, fundamental
Todos los actores del sector avícola son plenamente conscientes de la importancia de invertir en el control de la colibacilosis aviar con medidas preventivas de higiene y planes de vacunación. Son pautas básicas para proteger a estos animales durante su vida productiva, que además mejoran su calidad de vida y siguen las normas que protegen el bienestar animal. Estas son las más importantes:
- Mantener el estrés a raya. Es clave para evitar que estos animales terminen con inmunosupresión y sean más proclives a infecciones. Para ello, es fundamental que cada especie cuente con un adecuado y que los animales puedan moverse con libertad.
- Agua y alimentos a salvo de patógenos mediante una adecuada potabilización.
- Limpieza y desinfección exhaustivas. Una higiene integral en corrales, aviarios, bebederos, camas y comederos es fundamental para reducir la carga bacteriana de Escherichia coli. A esta bacteria, las superficies lavadas, desinfectadas y secas no le gustan nada…
- Correcta ventilación y control de los niveles de polvo.
- Plan de vacunación. Las vacunas colibacilares cada vez tienen más importancia frente al uso de los tratamientos con antibióticos. Pueden ser vacunas autógenas inactivadas o vacunas vivas: estas últimas ofrecen una respuesta inmune más completa.
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