Las palabras “pez” y “volador” no parecen estar creadas para ir juntas, ¿verdad? Un ser que pasa su vida bajo el agua y no es capaz de respirar oxígeno del aire no es precisamente el más indicado para surcar los cielos. Pero aunque parezca increíble hay cerca de 40 especies, todas ellas amantes del aire. Por tanto, el pez volador no es uno sino muchos. Y aunque en realidad no vuelan, son de lo más molones. ¿Me acompañas a conocerlos?

El pez volador no volará, pero saltar…

Si como “volar” entendemos propulsarse por el aire por medios propios, pues no. El pez volador, en cualquiera de sus cuarenta variedades (más o menos), no vuela. Y eso que hay habitantes de los océanos que hacen cosas de lo más ranuras, ¡e incluso peces con patas! Y es que estos animales son increíbles. ¿Te imaginas trabajar con ellos en acuarios, reservas marinas o centros de la naturaleza? Pues no pierdas de vista hacer un Curso de Especialista en Animales Exóticos, perfecto para espíritus curiosos y amantes de la vida salvaje.

Volvamos a lo que nos ocupa, los saltos mortales del pez volador. Por increíble que parezca, estos animales se pueden impulsar fuera del agua a una velocidad de hasta 56 kilómetros por hora. Y para que flipes aún más, cuando están en el aire abren unas aletas rígidas (pueden tener uno o dos pares) y las utilizan para planear, cubriendo espacios de hasta 200 metros. Para mejorar la experiencia, tienen cuerpos aerodinámicos que para sí quisieran los cazas del ejército americano, y que les ayudan a surcar el aire como balas. ¡Unas auténticas máquinas!

Muy chulo, sí. Pero, ¿para qué?

En la naturaleza nada es casual. Y por supuesto, existe una razón por la que estos peces no dejan de salir del agua y cruzar un medio tan hostil para ellos como es el aire. Pero, ¿cuál es? Ahí van cuatro opciones:

  • Para divertirse con los colegas
  • Para cazar insectos
  • Para escapar a sus depredadores
  • Para ver el mundo desde otra perspectiva

¡Vamos con la solución! Es cierto que nos encantaría que la respuesta fuese la D, o si no, la A. Pero no es ni una, ni la otra, sino la C. Al parecer, estos peces evolucionaron para poder impulsarse a gran velocidad huyendo de sus depredadores, hasta tal punto que llegaron a salir del océano y a cruzar enormes extensiones sobre él.

Sin embargo, toda cara tiene su cruz. Porque puede que salir volando sea una estrategia fantástica para escapar de quien te persigue… Pero allende los mares hay también otros peligros. De hecho, hay aves marinas que se alimentan de distintas especies de pez volador, a las que atrapan en pleno vuelo.

Una gran familia: los exocétidos

Como te comentaba, la familia de los peces voladores es de lo más numerosa. Estos animales conforman la familia Exocitedae o exocétidos, que a su vez se divide en varios géneros. A día de hoy los expertos aún no han determinado si hay siete o nueve géneros, que engloban a las más de 40 especies de las que hablábamos al principio.

Si hasta ahora el pez volador ha demostrado ser peculiar, todavía quedan rarezas para rato. Por una parte, resulta que sus ojos no son redondeados, sino… ¡Planos! Al parecer, esta característica les permite ver fuera del agua, cuando se encuentran en pleno vuelo. En cuanto a sus aletas, no en todas las especies están igualmente proporcionadas con el cuerpo. El Cheilopogon exsiliens, habitante de la costa oeste del océano Atlántico, y el Exocoetus volitans o pez volador tropical tienen el honor de tener las más grandes de todas: tanto como el resto de su organismo.

Antes te comentaba que estos animales pueden tener uno o dos pares de aletas. Las especies de dos pares solo “vuelan” con las aletas pectorales, mientras que las de cuatro pares suman a estas dos aletas pélvicas, más pequeñas. El proceso que siguen para despegar es el siguiente: primero aceleran a tope bajo el agua hasta alcanzar velocidades de hasta 60 km por hora, y luego se impulsan y abren las aletas para recorrer cientos de metros por el aire. ¿Molan o no?

Una dieta poco apetitosa, pero muy nutritiva

Habiendo tantos miembros en la misma familia, es lógico que a algunos les gusten unas cosas y a otros, otras. En general estos peces se alimentan de plancton, una dieta súper nutritiva que les permite obtener energía para sus vuelos sin motor. Pero hay ejemplares que también se comen a otros peces más pequeños: y es que aquello de “el pez grande se come al chico” es una gran verdad.

Por otra parte, además de formar parte de la dieta de otros depredadores marinos, el pez volador también es consumido por el ser humano. En Andalucía, sin ir más lejos, el Cheilopogon heterurus se pesca y consume como salazón. Es una preparación típica de Estepona (Málaga), donde estos pescados se preparan de forma artesanal: se limpian, se secan y se cuelgan al sol, protegidos de los insectos mediante redes. Después de 3 o 5 días, la salazón estará lista para degustar.

Y es que el Mediterráneo es uno de los hábitats donde podemos avistar a esta singular especie, que prefiere vivir en aguas poco profundas y más bien cálidas. Esto hace que los exocétidos se encuentren habitualmente en mares tropicales y subtropicales, muy especialmente en el Atlántico. Así que ya lo sabes: si pasas tus vacaciones o te escapas en alguna ocasión a Levante o a la Costa del Sol y tienes la suerte de salir a navegar, no pierdas de vista el mar. Avistar a uno de estos seres en pleno vuelo es toda una experiencia, aunque la verdad es que cada vez se ven menos…

Anímate a estudiar al pez volador (y a otros como él)

En el mundo animal hay seres tan particulares como él. Queda tanto por aprender sobre ellos… Si te animas a realizar un Curso de Especialista en Animales Exóticos, descubrirás todo tipo de datos fascinantes sobre esta fauna tan peculiar. Y lo mejor: podrás trabajar con ejemplares increíbles y contribuir a que nuestros mares recuperen toda su diversidad.

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Bibliografía: